El ABC del Comunismo Libertario. Alexander Berkman

Alexander Berkman
PREFACIO A LA EDICIÓN DE 1937

La calidad superior de la literatura anarquista, comparada con los escritos de otras escuelas sociales, consiste en su simplicidad de estilo. Mijail Bakunin, Elisee Réclus, Errico Malatesta y otros escribieron de un modo que sus ideas pudieron ser entendidas fácilmente por los trabajadores. Esto es particularmente verdad de Kropotkin y Malatesta. Sin embargo, sería verdad de que incluso ellos, apenas pensaban en el hombre medio, el hombre medio de mentalidad anglosajona.
No se puede eludir el hecho de que existe una considerable diferencia entre la mentalidad del trabajador latina y la de su hermano en los Estados Unidos y en Inglaterra: el primero se ha empapado en las tradiciones y luchas revolucionarias por la libertad y otras causas, mientras que el último ha sido educado en las «bendiciones» del parlamentarismo. Por consiguiente, era esencial un tratamiento diferente, si se quería llegar de algún modo a la mentalidad anglosajona.

Fue este factor el que decidió a Alexander Berkman a escribir este libro El ABC del comunismo libertario y a escribirlo en el estilo sencillo de la conversación, un estilo que se dirigirá al hombre de la calle, cuyo conocimiento y uso del lenguaje inglés no va mucho más allá del estadio elemental, esto era lo más necesario, pues es precisamente el hombre de la calle el que está saturado con las nociones más extravagantes sobre el anarquismo. La prensa diaria se ha encargado de esto: un día sí y otro no, llenan a sus lectores con historias horripilantes de bombas, puñales, complots para asesinar presidentes y otras espeluznantes descripciones de esos terribles criminales, los anarquistas empeñados en el asesinato y en la destrucción.

Tampoco sería verdad asumir que tan sólo son las masas ignorantes de la humanidad las que están imbuidas con esas nociones estúpidas sobre el anarquismo comunista. Existe un número considerable entre las denominadas clases educadas que no han escapada al influjo funesto ejercido por la prensa capitalista y que no están más informadas con respecto al significado del anarquismo comunista. Aun cuando no ven más bombas y dagas en el aire, todavía se aferran a la creencia de que los anarquistas son individuos chiflados y que el anarquismo es una idea totalmente absurda, y que sólo cuando los humanos se conviertan en ángeles podría ser posible poner en práctica el anarquismo.

Toda esa gente necesita un libro de texto elemental sobre el anarquismo, un ABC, por decirlo así, que les enseñe los principios rudimentarios del anarquismo comunista y les estimule el deseo por algo más profundo. El ABC del comunismo libertario tenía la intención de servir este objetivo. Nadie que haya leído este librito negará que ha cumplido su propósito.

Había, además, otro motivo que impulsó a Alexander Berkman a emprender este trabajo. Era la necesidad urgente de una nueva orientación en la táctica revolucionaria, extraída de la Revolución rusa. Los anarquistas, lo mismo que todos los revolucionarios sociales se han impregnado con el hechizo romántico de la Revolución francesa. Todos nosotros creíamos (no me incluyo a mí misma) que la revolución social tenía un poder mágico no sólo para destruir el viejo sistema caduco, sino que podría, por su propia fuerza terrible, construir el nuevo edificio social. La Revolución rusa demolió este sueño romántico. Probó que, aunque puede elevar las masas hasta el mismo cenit del fervor revolucionario, no puede mantenerlas en esa altura durante mucho tiempo.

El propio hecho de que Lenin y sus camaradas consiguieran en un espacio de tiempo muy breve alienar a las masas rusas de la revolución y que Stalin fuera capaz de mutilar a esta última del todo, mostraron que no bastaba el mero fervor revolucionario.

Se necesitaba más para salvaguardar la revolución de las intenciones del Estado político de los nuevos amos de Rusia. Se necesitaba la voluntad para el trabajo constructivo, la preparación económica y social para dirigir la revolución hacia los canales por los que se tenía la intención de marchar.

Ninguno de los escritos anarquistas posteriores a la revolución ha intentado tratar la nueva orientación. Se le dejó a Alexander Berkman llevar a cabo esta tarea difícil, y sin embargo de la máxima importancia. ¿Y quién había tan eminentemente cualificado, tan capaz y con un entendimiento tan penetrante como para tratar debidamente un asunto así?

Ni en sus fantasías más exaltadas anticipó Alexander Berkman que la lección de la Revolución rusa, discutida por él con tanta habilidad en este volumen, se convertiría en un factor vital escasamente a los seis años de su creación.

La Revolución española del 19 de julio de 1936 y la parte que desempeñaron en ella los anarco-sindicalistas y los anarquistas dotaron de un sentido mucho más profundo las ideas presentadas en el presente volumen de El ABC de comunismo libertario de Alexander Berkman de lo que su autor se atrevió alguna vez a esperar.

Desde el primer momento mismo del 19 de julio, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI) -las organizaciones más dominantes, ardientes y atrevidas- fueron las fuerzas que hicieron retroceder a las hordas fascistas de Cataluña. Su realización maravillosa es la primera de su género en cualquier revolución. Meramente hace patente la evidencia afirmada por Alexander Berkman con respecto a la necesidad imperativa de una preparación constructiva si la revolución social no va a repetir los errores del pasado.

¡Cómo se hubiera enorgullecido mi viejo amigo y camarada con la Revolución española, con la determinación heroica del pueblo de luchar contra el fascismo!
Sobre todo, ¡qué compensación hubiera sido para él ver al pueblo español que daba señales de un sentimiento y una comprensión profundos del Comunismo Libertario! ¡Cómo hubiera sido esta rejuvenecedor para nuestro camarada y le hubiera dado a él nuevas fuerzas, nueva esperanza! ¡Si hubiera vivido tan sólo un poco más!

Pero los muchos años en el exilio, las increíbles humillaciones a las que estuvo sometido, teniendo que suplicar el derecho a respirar a unos oficiales horribles, la lucha enervante y agotadora por la existencia, y su grave enfermedad se combinaron para hacerle la vida intolerable.

Alexander Berkman odiaba la dependencia, odiaba convertirse en una carga para los que amaba, y de este modo hizo lo que siempre había dicho que haría: acortó su fin mediante su propia mano.

Alexander Berkman se entregó a su ideal y le sirvió resueltamente, excluyendo cualquier consideración de sí mismo. Si hubiera anticipado remotamente la llegada de la Revolución española, habría hecho un esfuerzo para continuar viviendo a pesar de su siquismo quebrantado y de otros muchos handicaps. La posibilidad de servir a nuestros camaradas españoles en su lucha valiente habría fortalecido su arraigo a la vida, pero el cielo político de Europa en junio de 1936 estaba tan nublado que no mostraba rayo alguno de esperanza revolucionaria y por ello la vida no tenía incentivo alguno para él.

Alexander Berkman yace sepultado en una tumba sencilla en Niza. Pero su idea había renacido en España el 19 de julio de 1936.

Londres, julio de 1937. Emma Goldman
Alexander Berkman y Emma Goldman

   PREFACIO DEL AUTOR

Considero el anarquismo como la concepción más racional y práctica de una vida social en libertad y en armonía. Estoy convencido de que su realización es una certeza en el curso del desarrollo humano.

La época de esa realización dependerá de dos factores: primero, de la rapidez con la que las condiciones existentes se conviertan en algo insoportable física y espiritualmente para porciones considerables de la humanidad, particularmente para las clases trabajadoras; y, en segundo lugar, del grado en que las concepciones anarquistas sean comprendidas y aceptadas.

Nuestras instituciones sociales están fundadas en ciertas ideas; mientras que estas últimas sean aceptadas generalmente, están a salvo las instituciones edificadas sobre ellas.

El gobierno permanece fuerte porque el pueblo piensa que la autoridad política y la compulsión legal son necesarias. El capitalismo continuará mientras que un sistema económico así sea considerado adecuado y justo.

El debilitamiento de las ideas que sostienen las condiciones actuales perversas y opresivas significa el derrumbamiento último del gobierno y del capitalismo.
El progreso consiste en abolir lo que el hombre ha superado y sustituirlo por un entorno más adecuado.

Tiene que ser evidente incluso para el observador casual que la sociedad está experimentando un cambio radical en sus concepciones fundamentales. La Guerra mundial y la Revolución rusa son las principales causas de ello. La guerra a desenmascarado el carácter corrompido de la competencia capitalista y la incompetencia criminal de los gobiernos para solucionar conflictos entre las naciones, o más bien entre las camarillas financieras gobernantes.
Precisamente porque el pueblo está perdiendo la fe en los viejos métodos, las grandes potencias se ven obligadas ahora a discutir la limitación de los armamentos e incluso a convertir la guerra en algo ilegal, cuando no hace tanto tiempo la mera sugerencia de una posibilidad así era recibida con el máximo escarnio y ridículo.

De modo semejante se está derrumbando la creencia en otras instituciones establecidas. El capitalismo todavía «funciona», pero la duda sobre su eficacia y su justicia está royendo el corazón de círculos sociales cada vez más amplios.

La Revolución rusa ha difundido ideas y sentimientos que están minando la sociedad capitalista, particularmente sus bases económicas y la santidad de la propiedad privada sobre los medios de la existencia social. Pues el cambio de octubre tuvo lugar no sólo en Rusia: ha influido en las masas de todo el mundo. La acariciada superstición de que lo que existe es algo permanente ha sido sacudida más allá de toda recuperación.

La Guerra, la Revolución rusa y los desarrollos posteriores a la guerra se han combinado también para desilusionar a grandes cantidades de personas sobre le socialismo. Es literalmente verdad que el socialismo, como el cristianismo, ha conquistado al mundo derrotándose a sí mismo. Los partidos socialistas dirigirán o ayudarán a dirigir la mayoría de los gobiernos europeos, pero el pueblo no cree más que son diferentes de otros regímenes burgueses.

Ellos sienten que el socialismo ha fracasado y que está en bancarrota.

De la misma manera, los bolcheviques han probado que el dogma marxista y los principios leninistas pueden conducir tan sólo a la dictadura y a la reacción.

Para los anarquistas no hay nada sorprendente en todo esto. Siempre han sostenido que el Estado es destructor de la libertad individual y de la armonía social y que tan sólo la abolición de la autoridad coercitiva y la desigualdad material pueden resolver nuestros problemas políticos, económicos y nacionales. Pero sus argumentos, aunque estaban basados en la antigua experiencia del hombre, parecían mera teoría a la generación presente, hasta que los acontecimientos de las últimas dos décadas han demostrado en su vida actual la verdad de la posición anarquista.

El derrumbamiento del socialismo y del bolchevismo han despejado el camino para el anarquismo.

Existe una considerable literatura sobre el anarquismo, pero la mayoría de sus grandes obras están escritas antes de la Guerra mundial. La experiencia del pasado reciente ha sido vital y ha hecho necesarias ciertas revisiones en la actitud anarquista y en su argumentación.

Aunque las proposiciones básicas permanecen las mismas, algunas modificaciones de aplicación práctica están dictadas por los hechos de la historia actual. En particular las lecciones de la Revolución rusa exigen un nuevo planteamiento de varios problemas importantes, de modo especial entre ellos el relativo al carácter y a las actividades de la revolución social.

Además, los libros anarquistas, con muy pocas excepciones, no son accesibles a la comprensión del lector medio. Es un defecto común entre la mayoría de las obras que tratan de cuestiones sociales que estén escritas en el supuesto de que el lector está ya familiarizado en una extensión considerable con el asunto, lo cual no ocurre por lo general en modo alguno.

Como resultado de esto, existen muy pocos libros que traten los problemas sociales de una forma sencilla e inteligible. Por eso razón considero como muy necesaria una nueva exposición de la postura anarquista en este momento, una nueva exposición en los término más llanos y claros, que puedan entenderlos todo el mundo. Es decir, un ABC del anarquismo. Teniendo presente este objetivo es como han sido escritas las siguientes páginas.

París, 1928

   INTRODUCCIÓN

Quiero hablarte del anarquismo. Quiero hablarte de lo que es el anarquismo, porque pienso que es bueno que lo conozcas. También porque se conoce tan poco de él y lo que se conoce por lo general es de oídas y en la mayoría de los casos falso.

Quiero hablarte de él, porque creo que el anarquismo es la cosa más preciosa y más grande que el hombre ha pensado nunca, la única cosa que puede proporcionarte libertad y bienestar, y que puede traer la paz y el gozo del mundo.

Quiero hablarte de él en un lenguaje llano y sencillo de modo que no exista malentendido. Las palabras subidas y las frases grandilocuentes sirven tan sólo para confundir. Un pensamiento directo significa un lenguaje directo.

Pero antes de decirte lo que es el anarquismo, quiero decirte lo que no es. Esto es necesario, porque se ha difundido mucha falsedad sobre el anarquismo. Incluso personas inteligentes con frecuencia tienen nociones enteramente erróneas sobre él.

Algunas hablan sobre el anarquismo sin saber absolutamente nada de él. Y algunos mienten sobre el anarquismo, porque no quieren que tú sepas la verdad sobre él. El anarquismo tiene muchos enemigos; ellos no te dirán la verdad sobre él.
Posteriormente, en el curso de esta exposición, verás por qué el anarquismo tiene enemigos y quienes son. Por el momento puedo decirte que ni tu jefe político ni tu empresario, ni el capitalista, ni el policía, te hablarán con honestidad sobre el anarquismo. La mayoría de ellos no saben nada de él y todos lo odian. Sus periódicos y publicaciones -la prensa capitalista- también están en contra de él.

Incluso la mayoría de los socialistas y los bolcheviques desfiguran el anarquismo.
También es verdad que la mayoría de ellos tampoco lo conocen mejor. Pero los que lo conocen mejor también mienten con frecuencia sobre el anarquismo y hablan de él como «desorden y caos». Puedes comprobar por ti mismo lo deshonestos que son en esto: los maestros más grandes del socialismo, Karl Marx y Friedrich Engels, han enseñado que el anarquismo surgirá del socialismo. Dijeron que primero tenemos que tener el socialismo, pero que después del socialismo habrá anarquismo, y que será una condición de sociedad más libre y más hermosa para vivir en ella que el socialismo.

Sin embargo, los socialistas, que juran en nombre de Marx y Engels, insisten en llamar al anarquismo «caos y desorden», lo que prueba lo ignorantes o deshonestos que son.

Los bolcheviques hacen lo mismo, aunque su maestro supremo, Lenin, ha dicho que el anarquismo seguiría al bolchevismo, y que entonces se viviría mejor y más libremente.

Por ello tengo que decirte, antes que nada, lo que no es el anarquismo:

No es las bombas, el desorden o el caos.

No es el robo y el asesinato.

No es una guerra de todos contra todos.

No es un retorno a la barbarie o al estado salvaje del hombre.

El anarquismo es precisamente lo opuesto a todo esto.

El anarquismo significa que tú serías libre, que nadie te esclavizaría, ni sería tu jefe, ni te robaría, ni se impondría a ti.

Significa que tú serías libre para hacer las cosas que deseas hacer y que tú no serías obligado a hacer lo que no quieres hacer.

Significa que tú tendrías una oportunidad para escoger el género de vida que deseas vivir y vivirla sin ninguna interferencia.

Significa que el otro individuo tendría la misma libertad que tú, que cada uno tendría los mismos derechos y libertades.

Significa que todos los hombres son hermanos y que vivirían como hermanos, en paz y armonía.

Es decir, que no habría guerra ni violencia empleada por un grupo de hombres contra otro, ni monopolio, ni pobreza, ni opresión, ni sacar ventaja de tu prójimo.

En una palabra, anarquismo significa una condición o sociedad donde todos los hombres y mujeres son libres, y donde todos disfrutan igualmente los beneficios de una vida ordenada y sensata.

«¿Puede existir eso?», preguntas. «¿Y cómo?»

«No antes de que todos se conviertan en ángeles», anota tu amigo.

Bien, hablemos sobre eso. Tal vez yo pueda mostrarte que podemos ser honrados y vivir como gente honrada incluso sin que nos crezcan alas.

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